Como
cada noche, Clara acompañaba a su pequeña a la cama y aprovechaba para charlar
un poco con ella o contarle algún cuento...
-Mamá, -dijo Alicia con voz dulce y suave, -¿Por qué no eres igual que las demás mamás?
Clara
levantó su mirada y se quedó pensando un momento hasta retroceder a su propio
pasado. Volvió a mirar tiernamente a su hija acariciando a la vez una de sus
pequeñas manos.
-¿Sabes
cariño? Hace mucho tiempo, cuando era tan chiquita como tú y tu abuela se
acercó a darme las buenas noches, le hice una pregunta parecida, le pregunté
que por qué no era igual que las demás niñas, que podían correr y saltar.
Me
dijo la abuela que había un niño que no era feliz y estaba muy triste porque no
podía andar y un Ángel, le pidió la fuerza de mis piernas por un tiempo a
cambio de llenar nuestros corazones de amor y felicidad, que ella estaría
siempre conmigo, que sería mi mejor amiga y que el Ángel, daría siempre todos
los pasos por mí hasta que volviera a darlos sola.
Me
dijo también que si yo era feliz, que ella también iba a ser muy feliz y que mi
sonrisa, me ayudaría siempre a tener muchos amigos y a que todos me quieran.
Y
desde entonces, cuando puse en mi cara una sonrisa, mi vida cambió, empecé a
conocer a muchos chicos y chicas, y tuve muy buenos amigos, entre ellos tu
papá, un hombre maravilloso que ahora es nuestro Ángel y nos cuida desde el
cielo porque nos quiere mucho.
¿Y
sabes...? Siempre he sido muy feliz... Cuando me recuperé y volví a andar, y
cuando después tuve que volver a sentarme en esta silla.
Y
ahora contigo a mi lado sigo feliz, mucho más...-.
En
los rostros de la madre y de la niña se dibujaron unas hermosas sonrisas que
parecían que iban a durar siempre y el brillo tan especial en sus miradas, llenó
de tenue y cálida luz la habitación, mientras que la abuela, desde la puerta
entreabierta, no pudo evitar que por sus mejillas corrieran sus lágrimas...
Recordó
con tristeza aquel fatídico accidente en el que Clara volvió a quedar impedida
de sus piernas y en el que Pedro, el marido de Clara, perdió la vida...
-Gracias
mamá, te quiero mucho así como eres, eres la mejor madre del mundo y siempre te
cuidaré...
-Yo
también te quiero mucho, hija mía. Duerme mi amor...
(A.
S. Pérez)